jueves, 5 de agosto de 2010

Poster of a girl...


He aprendido que se debe callar cuando el pensamiento no es obra sino trayecto, tal como en los sueños que llegan a través de la memoria y aquellas culpasguardadas en el último nivel del subconsciente. La imitación de la vida en una imagen onirica hace el paisaje hipnótico.
No tengo un libro abierto en donde colocar cada hecho y característica del acontecimiento que me hace esperar más, aunque el silencio se vuelva un túnel sin sentido, ¿para qué abrir los candados de la mente? Todos somos quienes perdemos la palabra en medio de un acantilado de emociones, ¿qué es un lobo sin ataque?, un viaje al infinito sin boleto de regreso a las escenas del mundo real. La ola del lenguaje llega desde el rincón más solitario del abismo que se guarda al fondo del cajón, más allá del espejo en que los rostros se reconocen como si hubiesen encontrado sus miradas en otra época.
Intentaré hacerlo bien esta vez, porque he esperado el momento preciso de enunciar la locura de estas palabras llenas de filo,  listas a beber la sangre de quienes se topen con ellas, entre la música del abandono aparece el oculto designio de una voz: la ambiguedad de una caricia cuando los arpegios atraviesan la piel y los arrebatos son el delirio eterno del cuerpo insatisfecho, siempre en busqueda de más placer.
Vuelvo al presente y cuestiono qué conozco de las transferencias que realizamos sin pronunciar nunca la verdad, las historias permanecen calladas ante la imposibilidad de convocar las sensaciones que se apoderan de cada hueso y centrimetro de piel.

En la pared

su rostro mira un oscuro

recuerdo de la infancia

el lobo le mira desde una cueva

llena de vitrales que en l a furia

trascienden la negrura de su espacio

inhabitable por otra respiración

que no sea la suya

porque el sentido dispara toda

inspiración que sublime

las crueles emancipaciones

de la luna en su fase crepuscular

ajena y distante al apasionamiento

de ese rostro en la pared.

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Eso era lo que el lobo deseaba de las niñas?

El lobo mira lentamente la capa roja, le desea no sólo por el color magenta encendido, no porque sea el color de la sangre de los recién nacidos ni porque la piel blanca traslúcida deja ver el golpe del corazón a lo largo de las venas, le desea porque ella esta en medio del bosque esperando una aparación o por lo menos un mensaje fantasmal, algo que leer en las hojas otoñales desvanecidas como vestidos naturales en medio de un teatro salvaje, el lobo siente el olor de las memorias a través de su cabello, la pequeña debe tener 6 años pero su estatura es mayor a la común, las niñas estan desarrollandose con una velocidad que impresiona a la manada, incluso se preguntan si algo esta pasando entre los humanos, si habrá que indagar la tipología de los murmullos para poder seguir hechizando a las pequeñas creaturas, a las sílfides ensimismadas que llegan buscando jardines escondidos a los setos de las casas derruidas en donde alguna vieja abuela pretende danzar con la anhelada muerte.

El lobo sabe cómo habrá de morir cada niña que pasea por su bosque, lo entiende y oculta porque es la predestinación quien le ha dado esa mirada ambarina, esa capacidad lantente de seducir con su lengua todo principio femenino. ¿Habrá mujeres cazadoras? la inquisición tierna del lobezno más joven en la manada hace que los lobos detengan su aullido y se miren con sigilo, todos esperan que la voz del trueno hable en el hocico de Enoch, el padre de todos los pelajes oscuros, él quien sabe perfectamente de la luna y de la abuela, así como del nombre de las nietas que asesinan por placer a sus progenitoras.

Las cazadoras han existido desde siempre y jugaron en algún momento de la historia a ser víctimas, la pretensión del lobo que no debemos olvidar es la seducción eterna de la magia que acontece en la absoluta libertad, las niñas llegan al bosque porque desean encontrarnos, las cazadoras se forman en la misma premisa y el tipo de muerte que darán a nuestra especie no es la misma que nos dan los varones que nos aniquilan para protegerse del frío con nuestra piel. Las cazadoras pueden alimentarse de las ovejas, si persiguen nuestro rastro es porque buscan aprender del mejor depredador, de aquel que viviendo en compañía perpetua (la familia), sabe bien desde donde defender su soledad.

La pregunta de cada mujer capaz de asesinar a un lobo es: ¿qué deseaban de las niñas? Una mujer que se acerca lo suficiente a nuestro cuerpo es una niña que algún cazador dejó escapar. Reconozcan ahí la lógica del crimen, cualquier posible víctima liberada vendra a buscarnos algún día para cobrarnos el valor de la experiencia. Los bosques estan aquí y hemos sido uno con ellos, el deseo salvaje de nuestro corazón impetuoso esta latiendo en cada bifurcación del camino elegido entre todos los senderos posibles. Lo que cada uno de nosotros desea de cada pequeña en el momento justo de la inmolación llena de sangre, es la penetración exacta de la piel infantil por los colmillos que hemos estado guardando en la predilección de un aroma, del pensamiento, incluso del gesto con que cada pequeña es capaz de sentarse olvidando que debe cerrar las piernas ante la mirada de un hombre, más aún del lobo que compete a toda invitación.

Ahora resta enunciar: ¿qué es lo que a esas niñas les hace acercarse sin miedo a los lobos?


El murmullo del Lobo a través de la abuela...


La impostura no comenzó en el utero, aunque hubo lobos que me hablaron de un engaño singular, un juego absurdo de la abuela que caperucita roja debe visitar, que la vieja sea linda o no es secundario porque el misterio de los lobos cuenta que la Sra. tiene una pretensión de colar almas a cuerpos enfermos, sólo para entender hasta que punto lo abominable es parte del ser humano.

¿Para qué lo intentas siquiera?

El lobo es la impostura -querida-... la voz de la abuela y los ruidos de los bastones que sus piernas estriadas como columnas a punto de estallar por un peso atroz llegan desde el pasillo de una infancia abarrotada de sueños verdes. Le observo con cautela mientras la niña entra a la habitación que ella ocupa, todas las enredaderas de esa pared han muerto desde la llegada de la vieja, aquella que la Madre del asilo llamaba Angélita la Loca, pero la niña sabe que los lobos estan detrás de su mandil bordado, aunque no sabe si el enorme lunar de su mentón es sólo un símbolo de esa noche en la que toda mujer de su familia habita.

¿Estamos locas abuela, eso es?

Niña... no creas en el lenguaje de los lobos, después llegarán las mantarrayas y seguro irás tras ellas debajo del océano mientras alguien te grita sobre cómo la flexibilidad de las estrellas de mar es capaz de estrangular a los pequeños caballitos marinos, niña ven y pasame esos ganchos, quiero bordar una manta más, una estrella de 5 picos donde podré explicarte un poco más acerca de las fases de la luna y la extraña aparición de este sol que agota mi cuerpo, ¿dónde estas?... poco veo y menos puedo mover estos pies llenos de huecos, caminar demasiado en la vida no te lleva a un lugar preciso, menos mal que tu madre sobrevivió a mi abandono, pero no era posible quedarme entonces, quizá nunca lo sea, les he dicho que me dejen, que puedo morir a gusto igual de sola y abandonada como yo dejé esa casa, la puta granja desolada que tu abuelo nos legó para irse con la gata...¿entiendes un poco por qué...?

"No debes escuchar el murmullo del Lobo ni siquiera si te encontrases sola en medio del infinito bosque".



El doble abismo: el otro que soy...

Primer abismo:
"La vida de los infantes"



Pareciera de pronto inusitado el clamor de la noche en la ausencia de un cuerpo nuevo, de la piel que subyace alrededor de nervios que conozco en la medida de un suspiro inagotable, aquel viejo manto estelar de pretensiones reaparece cuando el lustro pasado hace del final un renacimiento incomparable, una pequeña catarsis semejante a la destrucción anarquica de todas las consideraciones metafísicas, la noche entonces recomienza este abismo por el cual debo transitar para imaginar el otro que no soy y que habita dentro del útero de mi nacimiento en medio del cordón umbilical que me alimenta y el líquido en el cual mi cuerpo se transforma de núcleo a compartimiento dividido.

El otro que soy intuye las reptaciones de una membrana capaz de expulsarme del mundo cálido, de la visión carnívora en donde coloco cada dedo que parece un tentáculo asesino, enredado en el hilo de plata vislumbro la impostura de esta noche eterna que vivo dentro del conflicto esencial de una cueva que al dar vida se prepara para ser efervescente en el vacío que dos manos habrán de recordar en el gesto y la plegaria universal, este llanto frío lleno de mariposas iridiscentes es el símbolo inequivoco del grito que la mujer deja salir de su boca mientras el otro que no soy escapa por los pliegues de una lengua bifurcada entre la vida que se angosta mientras lo muerto renace en el murmullo quebrado de los líquenes que expulsados del hueco se deslizan entre un instante que sólo a través del dolor seguirá perteneciendo a los nombres del abismo: el doble conflicto de la enunciación.

La otra lau llegaba esa noche para decirme "estoy muerta".