miércoles, 4 de agosto de 2010

El doble abismo: el otro que soy...

Primer abismo:
"La vida de los infantes"



Pareciera de pronto inusitado el clamor de la noche en la ausencia de un cuerpo nuevo, de la piel que subyace alrededor de nervios que conozco en la medida de un suspiro inagotable, aquel viejo manto estelar de pretensiones reaparece cuando el lustro pasado hace del final un renacimiento incomparable, una pequeña catarsis semejante a la destrucción anarquica de todas las consideraciones metafísicas, la noche entonces recomienza este abismo por el cual debo transitar para imaginar el otro que no soy y que habita dentro del útero de mi nacimiento en medio del cordón umbilical que me alimenta y el líquido en el cual mi cuerpo se transforma de núcleo a compartimiento dividido.

El otro que soy intuye las reptaciones de una membrana capaz de expulsarme del mundo cálido, de la visión carnívora en donde coloco cada dedo que parece un tentáculo asesino, enredado en el hilo de plata vislumbro la impostura de esta noche eterna que vivo dentro del conflicto esencial de una cueva que al dar vida se prepara para ser efervescente en el vacío que dos manos habrán de recordar en el gesto y la plegaria universal, este llanto frío lleno de mariposas iridiscentes es el símbolo inequivoco del grito que la mujer deja salir de su boca mientras el otro que no soy escapa por los pliegues de una lengua bifurcada entre la vida que se angosta mientras lo muerto renace en el murmullo quebrado de los líquenes que expulsados del hueco se deslizan entre un instante que sólo a través del dolor seguirá perteneciendo a los nombres del abismo: el doble conflicto de la enunciación.

La otra lau llegaba esa noche para decirme "estoy muerta".

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