miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Eso era lo que el lobo deseaba de las niñas?

El lobo mira lentamente la capa roja, le desea no sólo por el color magenta encendido, no porque sea el color de la sangre de los recién nacidos ni porque la piel blanca traslúcida deja ver el golpe del corazón a lo largo de las venas, le desea porque ella esta en medio del bosque esperando una aparación o por lo menos un mensaje fantasmal, algo que leer en las hojas otoñales desvanecidas como vestidos naturales en medio de un teatro salvaje, el lobo siente el olor de las memorias a través de su cabello, la pequeña debe tener 6 años pero su estatura es mayor a la común, las niñas estan desarrollandose con una velocidad que impresiona a la manada, incluso se preguntan si algo esta pasando entre los humanos, si habrá que indagar la tipología de los murmullos para poder seguir hechizando a las pequeñas creaturas, a las sílfides ensimismadas que llegan buscando jardines escondidos a los setos de las casas derruidas en donde alguna vieja abuela pretende danzar con la anhelada muerte.

El lobo sabe cómo habrá de morir cada niña que pasea por su bosque, lo entiende y oculta porque es la predestinación quien le ha dado esa mirada ambarina, esa capacidad lantente de seducir con su lengua todo principio femenino. ¿Habrá mujeres cazadoras? la inquisición tierna del lobezno más joven en la manada hace que los lobos detengan su aullido y se miren con sigilo, todos esperan que la voz del trueno hable en el hocico de Enoch, el padre de todos los pelajes oscuros, él quien sabe perfectamente de la luna y de la abuela, así como del nombre de las nietas que asesinan por placer a sus progenitoras.

Las cazadoras han existido desde siempre y jugaron en algún momento de la historia a ser víctimas, la pretensión del lobo que no debemos olvidar es la seducción eterna de la magia que acontece en la absoluta libertad, las niñas llegan al bosque porque desean encontrarnos, las cazadoras se forman en la misma premisa y el tipo de muerte que darán a nuestra especie no es la misma que nos dan los varones que nos aniquilan para protegerse del frío con nuestra piel. Las cazadoras pueden alimentarse de las ovejas, si persiguen nuestro rastro es porque buscan aprender del mejor depredador, de aquel que viviendo en compañía perpetua (la familia), sabe bien desde donde defender su soledad.

La pregunta de cada mujer capaz de asesinar a un lobo es: ¿qué deseaban de las niñas? Una mujer que se acerca lo suficiente a nuestro cuerpo es una niña que algún cazador dejó escapar. Reconozcan ahí la lógica del crimen, cualquier posible víctima liberada vendra a buscarnos algún día para cobrarnos el valor de la experiencia. Los bosques estan aquí y hemos sido uno con ellos, el deseo salvaje de nuestro corazón impetuoso esta latiendo en cada bifurcación del camino elegido entre todos los senderos posibles. Lo que cada uno de nosotros desea de cada pequeña en el momento justo de la inmolación llena de sangre, es la penetración exacta de la piel infantil por los colmillos que hemos estado guardando en la predilección de un aroma, del pensamiento, incluso del gesto con que cada pequeña es capaz de sentarse olvidando que debe cerrar las piernas ante la mirada de un hombre, más aún del lobo que compete a toda invitación.

Ahora resta enunciar: ¿qué es lo que a esas niñas les hace acercarse sin miedo a los lobos?


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